La doctora en derecho e investigadora del Conicet, Jaqueline Vassallo, disertó en Colonia Caroya sobre mujeres desconocidas del siglo 18 que rompieron las reglas establecidas por la iglesia y por la justicia secular de entonces.
Vivir una sexualidad abierta no necesariamente es equiparable el ejercicio de la prostitución en nuestros tiempos, pero sí fue una causal para procesar a cientos de mujeres en la época colonial. Diez años le llevó a la Dra. Jaqueline Vasallo escribir el libro “Mujeres delincuentes” y parte de ese trabajo expuso en la charla que ofreció por invitación de la Comisión Municipal del Bicentenario.
¿De que tipo de mujeres estamos hablando?
- Son mujeres que están viviendo por fuera de los ideales modélicos. No son todas mujeres que están puertas adentro en su casa y sin poder trabajar. No son mujeres ricas. Las procesadas, muchas de ellas, son jefas de hogar y que por alguna otra circunstancia se encuentran enfrentadas con la justicia.
¿Pudiste detectar la idiosincracia de aquellos años?
- Sobre todo los discursos y la representación que uno tiene del mundo colonial. Uno piensa en sólo en un tipo de mujer: la que se está abanicando en una casa, una mujer rica y mantenida por el marido, y en realidad esto abre la puerta a la aparición de otras mujeres, más allá de las causas por las que fueron procesadas, mujeres que trabajan por sí solas, que no necesariamente tienen un marido y que mantienen a su familia, y que viven con hijas o con amigas, y sobre todo que viven una sexualidad por fuera de lo que marca la iglesia y eso, obviamente, es delito para la época.
¿Esa mujer todavía genera trasgresión?
- Sí, claro. Estos estudios, que comenzaron en los ´90, están revelando a estas mujeres. Antes, nos habíamos concentrado en las grandes figuras como puede ser Eva Perón, declarada mujer del bicentenario, pero el gran desafío es trabajar con desconocidas y el gran problema es encontrar las fuentes: dónde las encontramos, qué rastros han quedado de ellas.
¿Llegaste a alguna conclusión?
- Los mandatos culturales y de género todavía persisten fuertemente, al igual que los ideales modélicos, a pesar de los cambios culturales y de los cambios jurídicos que vivimos en nuestro país. En la vida cotidiana, hay mandatos de esta época que todavía se encuentran. Ya no son delitos, por cierto, pero muchos tenemos que lidiar con ellos porque al establecer un modelo de mujer también se establece un modelo de varón que entra en jaque, por ejemplo, el varón proveedor que no se sabe cómo se sostiene en épocas de crisis.
¿Alguna anécdota te llamó más la atención?
- Hay muchas porque trabajé con 92 causas y más de 100 mujeres. Por muchos años conviví con esos expedientes. Pero en una causa, una mujer de 40 años, española, termina siendo condenada por falsificación de moneda y en realidad no fue ella sino que le dio a su hijo -que no era del todo normal- algo de dinero para que fuera a comprar unas vasijas donde se perpetra la falsificación. En definitiva termina siendo condenada por ser “mala madre” que son los argumentos que utilizan los jueces para castigarla y le ordenan una prestación de servicios trabajando en el colegio San Alberto de Córdoba durante algunos años por no haber sabido cuidar a su hijo, por ser mala madre.
¿Por qué elegiste este tema?
- Es un trabajo que inicié como proyecto de tesis en el año 1993 cuando recién ingresaban los primeros estudios acerca de la historia de las mujeres de la Argentina y me interesaron ellas porque eran las desconocidas, de los grupos inferiores de la sociedad y porque siempre tuve intriga acerca de lo que había ocurrido en la época colonial con ellas. Así, llegué a los expedientes, aunque lo habitual es comenzar por estos grupos, por las áreas marginales.
Das a entender que hubo una serie de eufemismos en los siglos 18 y 19. ¿Estos eufemismos siguen presentes en nuestros días?
- Muchos ideales modélicos se trasmitieron. Fuertemente hoy persiste en los mandatos de la maternidad, sobre quién ejerce los roles de la maternidad puertas adentro a la hora de distribución de trabajos o de tiempo libre. No las condenan como en la época colonial pero hay otras sanciones encubiertas, tácitas, informales, pero existen.
¿De que tipo de mujeres estamos hablando?
- Son mujeres que están viviendo por fuera de los ideales modélicos. No son todas mujeres que están puertas adentro en su casa y sin poder trabajar. No son mujeres ricas. Las procesadas, muchas de ellas, son jefas de hogar y que por alguna otra circunstancia se encuentran enfrentadas con la justicia.
¿Pudiste detectar la idiosincracia de aquellos años?
- Sobre todo los discursos y la representación que uno tiene del mundo colonial. Uno piensa en sólo en un tipo de mujer: la que se está abanicando en una casa, una mujer rica y mantenida por el marido, y en realidad esto abre la puerta a la aparición de otras mujeres, más allá de las causas por las que fueron procesadas, mujeres que trabajan por sí solas, que no necesariamente tienen un marido y que mantienen a su familia, y que viven con hijas o con amigas, y sobre todo que viven una sexualidad por fuera de lo que marca la iglesia y eso, obviamente, es delito para la época.
¿Esa mujer todavía genera trasgresión?
- Sí, claro. Estos estudios, que comenzaron en los ´90, están revelando a estas mujeres. Antes, nos habíamos concentrado en las grandes figuras como puede ser Eva Perón, declarada mujer del bicentenario, pero el gran desafío es trabajar con desconocidas y el gran problema es encontrar las fuentes: dónde las encontramos, qué rastros han quedado de ellas.
¿Llegaste a alguna conclusión?
- Los mandatos culturales y de género todavía persisten fuertemente, al igual que los ideales modélicos, a pesar de los cambios culturales y de los cambios jurídicos que vivimos en nuestro país. En la vida cotidiana, hay mandatos de esta época que todavía se encuentran. Ya no son delitos, por cierto, pero muchos tenemos que lidiar con ellos porque al establecer un modelo de mujer también se establece un modelo de varón que entra en jaque, por ejemplo, el varón proveedor que no se sabe cómo se sostiene en épocas de crisis.
¿Alguna anécdota te llamó más la atención?
- Hay muchas porque trabajé con 92 causas y más de 100 mujeres. Por muchos años conviví con esos expedientes. Pero en una causa, una mujer de 40 años, española, termina siendo condenada por falsificación de moneda y en realidad no fue ella sino que le dio a su hijo -que no era del todo normal- algo de dinero para que fuera a comprar unas vasijas donde se perpetra la falsificación. En definitiva termina siendo condenada por ser “mala madre” que son los argumentos que utilizan los jueces para castigarla y le ordenan una prestación de servicios trabajando en el colegio San Alberto de Córdoba durante algunos años por no haber sabido cuidar a su hijo, por ser mala madre.
¿Por qué elegiste este tema?
- Es un trabajo que inicié como proyecto de tesis en el año 1993 cuando recién ingresaban los primeros estudios acerca de la historia de las mujeres de la Argentina y me interesaron ellas porque eran las desconocidas, de los grupos inferiores de la sociedad y porque siempre tuve intriga acerca de lo que había ocurrido en la época colonial con ellas. Así, llegué a los expedientes, aunque lo habitual es comenzar por estos grupos, por las áreas marginales.
Das a entender que hubo una serie de eufemismos en los siglos 18 y 19. ¿Estos eufemismos siguen presentes en nuestros días?
- Muchos ideales modélicos se trasmitieron. Fuertemente hoy persiste en los mandatos de la maternidad, sobre quién ejerce los roles de la maternidad puertas adentro a la hora de distribución de trabajos o de tiempo libre. No las condenan como en la época colonial pero hay otras sanciones encubiertas, tácitas, informales, pero existen.
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